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La Revolución Industrial, que comenzó en Gran Bretaña es uno de los episodios más importantes en la historia de la humanidad. La introducción de innovaciones tecnológicas transformó el proceso de fabricación de manual a industrial, con la consiguiente revolución del mercado laboral. La invención de la máquina hiladora Jenny (Spinning Jenny) en 1764 fue la innovación clave de la industrialización. Su nueva tecnología redujo la cantidad de mano de obra necesaria en los telares causando el primer desplazamiento de trabajadores de la historia. Desde entonces, cada innovación tecnológica ha sido mirada con recelo por su implicación en el mercado laboral. Con los años, este temor ha ido desapareciendo, ya que la mayoría de las innovaciones tecnológicas, hasta el momento, han creado más puestos de trabajo de los que eliminaban, generando una ganancia laboral neta.

En el siglo XXI las transformaciones tecnologías se han producido con tal rapidez que la nueva sociedad está teniendo problemas para asimilar y adaptarse al mercado laboral. El salto tecnológico no está siendo fácil. La capacitación a las nuevas profesiones del mundo digital con el manejo del big data, la programación, el desarrollo de software y el somero manejo de algoritmos que son la base de la inteligencia artificial tomará su tiempo.

Durante la pandemia, cuando muchos mantuvieron el empleo a distancia y otros lo perdieron de manera temporal, dos tendencias aparecieron. Por un lado, surgió una mayor demanda del aprendizaje de nuevas habilidades. Por otro, el aumento del espíritu innovador para usar y encontrar nuevos nichos de empleo.

La innovación es el elemento esencial del progreso económico, nace de la necesidad de la creación de riqueza y bienestar social. La innovación requiere sociedades libres donde se premie, la iniciativa, el trabajo bien hecho, se fomente el espíritu de superación, y se valore el capital humano. La innovación beneficia a todos, a los consumidores y a la economía global en su conjunto, al aumentar la productividad y el poder adquisitivo. La innovación es, en definitiva, un círculo virtuoso donde, como explica el laureado premio Nobel en Economía William Nordhaus, la mayor parte del beneficio de la innovación pasa a ser disfrutado por lo consumidores (Schumpeterian Profits in the American Economy, 2014).

La apertura de un país al comercio internacional acaba con los secretos industriales de la innovación, sobre todo si no se respetan los convenios sobre los derechos de la propiedad intelectual vigentes. Las sociedades colectivistas, que persiguen la igualdad de rebaño, no innovan, a lo sumo se aprovechan de la innovación de otros. Sin mercados libres, la innovación se encuentra con trabas y los países que no innovan terminan fracasando y los grandes imperios quebrando.

El sentimiento de “que inventen ellos” de Unamuno en El pórtico del templo (1906) no ayudó a que las autoridades españolas valoraran, ante el asombro de la Armada de EE UU, el poder transformador de la innovación del sumergible de Isaac Peral en la Guerra de Cuba, que quizás hubiera cambiado el curso de la historia.

Mientras que en Occidente se contaba el comienzo de la historia, en Oriente iban surgiendo innovaciones en cadena tales como el papel, el globo aerostático, la pólvora, la imprenta, la moneda fíat, la seda, el meritoriaje para el buen gobierno, maravillas que llegaban por la Ruta de la Seda. Innovaciones que se sucedían con tal secuencia que el pensamiento cultural de Occidente catalogaba aquellos lugares donde se producían como creciente fértil. Confluencia de sobreproducción agrícola que liberaría al ser humano de trabajos de pura subsistencia y permitiría la creación de las artes y las ciencias. El Zohar: el libro del esplendor, de Rabi Shimon Bar Lojai, tiene una visión diferente sobre el creciente fértil afirmando su aleatoriedad. La innovación se produciría por la convergencia de individuos con la suficiente evolución espiritual para innovar.

El consenso global es que el creciente fértil del siglo XXI saltó de la costa este a la costa oeste de los Estados Unidos. La cuestión está en si, en vista de los recientes acontecimientos, el creciente fértil volverá a los países de Oriente de donde salió milenios atrás, cerrando un círculo virtuoso de creación de riqueza y desarrollo económico para volver a empezar.

La cultura milenaria de la China imperial y actual potencia económica entiende de la importancia de la innovación para recuperar el crecimiento económico y sacar de la pobreza a millones de ciudadanos. Después de años de aislamiento sin mercados libres y sin libertad para innovar, fuera de las directrices establecidas, China tomó el atajo de las manufacturas masivas aprovechándose de la propiedad intelectual ajena. En los últimos años está viviendo el nacimiento de una fibra industrial innovadora más acorde con aquel país que cambió el rumbo de la historia con sus descubrimientos.

Sin embargo, la industriosidad, el espíritu empresarial y el desarrollo de aplicaciones tecnológicas basadas en tecnologías están poniendo en jaque la gran originalidad, pero también contradicción dialéctica de un país con dos sistemas, amenazado por el intenso crecimiento económico de los últimos lustros por el beneficio del capitalismo empresarial. En el siglo XXI ningún país logrará un crecimiento económico con implicaciones positivas en el bienestar social sin el empuje de la iniciativa privada y las innovaciones de las sociedades libres no tuteladas de pensamiento único.

María Lorca-Susino es Profesora de Economía de la Universidad de Miami

Ver nota en Cinco Días – El País

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La aparición de las criptomonedas y el blockchain está acelerando la transformación del sistema fiduciario actual, fundado por el presidente Richard Nixon en 1971 cuando acabó con la convertibilidad del dólar americano de Bretton Woods. Estas nuevas formas de monedas y sus infraestructuras han abierto el debate sobre sus funciones como reserva de valor, unidad de cuenta y medio de cambio para poder ser consideradas dinero.

El creciente riesgo de la devaluación de las monedas fiduciarias y las perspectivas de un régimen inflacionario han ayudado a que las criptomonedas empiecen a verse como una reserva de valor similar a una versión digital del oro en un mundo digitalizado. Al igual que el oro debe extraerse de la tierra y existe una cantidad limitada, las criptos deben extraerse a través de medios computacionales y tienen una estipulación establecida en su código fuente que obliga a un suministro limitado y finito, como en el caso del bitcóin, establecido en 21 millones.

Sin embargo, las criptomonedas no pueden todavía ser consideradas dinero por dos razones. Su aceptación como unidad de cuenta que faciliten hacer cálculos económicos, fraccionar el dinero y determinar las unidades de valor o precios está limitada. Tampoco están aceptadas como medio de cambio para realizar transacciones y facilitar el intercambio de bienes, productos y servicios. Sin embargo, las criptos y las infraestructuras están recibiendo el apoyo de las generaciones mas jóvenes, de compañías como Square y Paypal, y de instituciones financieras como JPMorgan, Citibank y Fidelity, que quieren introducirlas en sus carteras de inversión.

El éxito de las criptomonedas y del blockchain está forzando a los bancos centrales a desarrollar monedas digitales que va a tener un impacto significativo en el sistema monetario y financiero global. Se convertirían en una nueva forma de efectivo digital, que no debe confundirse con las criptomonedas que están respaldadas por un activo subyacente, o por el blockchain en el caso del bitcóin. Bahamas ha sido la primera economía en lanzar su moneda, el sand dollar, en el 2020. China ya ha puesto en circulación pruebas piloto del yuan digital en varias grandes ciudades para empezar a promover una verdadera internacionalización de su moneda. En los Estados Unidos, el Banco de la Reserva Federal de Boston anunció una colaboración con el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) para realizar investigaciones técnicas relacionadas con la introducción de un dólar digital. Sin embargo, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ha vacilado sobre la necesidad de una nueva forma de dinero digital para complementar lo que ya es un sistema de pagos altamente eficiente, confiable e innovador.

Hay quien defiende que se necesita un dólar digital para competir con el yuan digital, a pesar de que el dólar estadounidense se usa en más del 80% de las transacciones globales y que la mayoría de los pagos y las transferencias ya son electrónicos. En la eurozona, Christine Lagarde anunció que al Banco Central Europeo le tomara unos años lazar el euro digital, que no reemplazaría al dinero en efectivo, sino que lo complementaría para mejorar el acceso a otro medio de pago gratuito.

Hay tres razones que explica el repentino interés de los bancos centrales por lanzar monedas digitales. Los bancos centrales necesitan defender la soberanía monetaria, ya que las redes de pago privadas se han convertido en un medio de transacciones privadas muy competitivo y una amenaza para el control del sistema monetario. Por otro lado, ayudaría a la estabilidad financiera ya que cualquier fallo de un proveedor privado de dinero digital podría interrumpir el sistema de pago y crear inestabilidad financiera. Finalmente, la moneda digital de los bancos centrales evitaría que el aumento de las redes de dinero privado excluyese a ciertos segmentos de la sociedad no bancarizada.

Una moneda digital lanzada por bancos centrales traería transparencia, menor costo, y mayor rapidez en las transacciones, los bancos comerciales se enfrentarían al riesgo de desintermediación ya que los consumidores tendrían mas opciónes sobre dónde colocar sus depósitos bancarios. Además, la infraestructura tecnológica facilitaría la introducción de nuevas entidades no bancarias, lo que aumentaría las presiones competitivas sobre los bancos comerciales. La moneda digital sería un medio que no necesitaría el permiso ni la supervisión de un tercero para liquidar y ajustar transacciones, al eliminar los bancos intermediarios. Sin embargo, los bancos centrales obtendrían un control y una información ilimitada sobre cada transacción y sabrían cómo aumentar la oferta monetaria y dirigirla hacia donde los gobiernos lo deseen. Finalmente, si la moneda digital emitida por bancos centrales ganaran aceptación en el comercio internacional podría socavar la influencia de los Estados Unidos y erosionar el papel fundamental del dólar como principal moneda de reserva del mundo.

Los estadounidenses tienen mucho que perder si el dólar es destronado y pierde valor, principalmente los estadounidenses de clase media, cuya riqueza está bloqueada en fondos de retiro o tienen bonos en dólares estadounidenses a largo plazo pensando que son una inversión segura.

María Lorca-Susino es Profesora de Economía de la Universidad de Miami.

Ver la nota en Cinco Días – El País

Las criptomonedas, el covid19 y el sistema monetario actual

Las criptomonedas, el covid19 y el sistema monetario actual han acelerado la adopción de pagos digitales ayudado por el desarrollo de la moneda digital y su infraestructura. Las criptomonedas y el blockchain están transformando el sistema monetario del siglo XXI.

Las criptomonedas y la revolucionaria infraestructura del “blockchain están desafiando el sistema monetario global fundado por el presidente Richard Nixon en 1971 cuando instauró una nueva política económica que acabo con la convertibilidad del dólar americano de Bretton Woods implantando el sistema fiduciario actual. El dólar americano se convirtió en la moneda internacional de referencia ayudando al establecimiento de la Pax Americana, al nacimiento del capitalismo industrial de producción masiva para consumo masivo, y a la fusión entre el sector de las finanzas, seguros y bienes raíces que apuntalan el sistema.

El actual riesgo de la devaluación de las monedas fiduciarias y las perspectivas de un régimen inflacionario, debido a la impresión masiva para hacer frente a los efectos de la pandemia en la economía, han ayudado a que las criptomonedas empiecen a verse como una reserva de valor similar a una “versión digital del oro” en un mundo digitalizado. Al igual que el oro debe extraerse de la tierra y existe una cantidad limitada, las criptomonedas que deben “extraerse” a través de medios computacionales y tienen una estipulación establecida en su código fuente que obliga a un suministro limitado y finito, como en el caso del Bitcoin establecido en 21 millones. Las criptos están, por tanto, recibiendo el apoyo de las generaciones mas jóvenes, de compañías como Square y Paypal, y de instituciones financieras como JPMorgan, Citibank y Fidelity que quieren introducirlas en sus carteras de inversión

La revolucionaria “infraestructura” del Blockchain esta forzando a los bancos centrales a desarrollar monedas digitales para modernizar sus sistemas financieros, acelerar los pagos nacionales e internacionales y competir con las criptomonedas. La característica clave de esta nueva moneda digital lanzada por los bancos centrales es que seria un medio que no necesitaría el permiso ni la supervisión de un tercero para liquidar y ajustar transacciones. Esto ha abierto un debate.

De momento, solo Bahamas ha lanzado una moneda digital, el “Sand Dollar,” en el 2020. China le sigue con la intención de poner en circulación el Yuan digital en el 2022 aunque ya lo ha puesto en practica en las grandes ciudades para empezar a promover una verdadera internacionalización de su moneda. En los Estados Unidos se esta trabajando en el dólar digital a pesar de que el propio presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, dudara de la necesidad de una nueva forma de dinero digital para complementar lo que ya es un sistema de pagos altamente eficiente, confiable e innovador. En la Eurozona, Christine Lagarde anuncio que al Banco Central Europeo le tomara unos cuatro años lanzar el euro digital.

De todos modos, las propuestas y el debate esta encima de la mesa y el sistema monetario del siglo XXI se enfrenta a grandes cambios.

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