El 9 de mayo de 2020 se cumplieron 70 años de la Declaración de Robert Schuman de 1950 que dio lugar a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), el mayor experimento mundial en integración industrial que allanó el camino hacia la Unión Europea (UE). Desde entonces, el proyecto europeo se ha enfrentado a diferentes etapas de integración, alcanzando su punto máximo político con la firma del Tratado de Lisboa (2007) y la integración económica con la introducción del euro (1999).

Sin embargo, el sistema internacional está cambiando. Cuando los países de la Unión todavía se estaban recuperando de la Gran Recesión, el Reino Unido votó a favor de abandonar la UE forzando una complicada reorganización estructural, China se ha posicionado como una potencia política y económica, los Estados Unidos están centrados en su America First y los efectos de la pandemia del coronavirus están debilitando la coordinación europea.

Todos estos acontecimientos han abierto la puerta a un nuevo regionalismo en el siglo XXI y detenido el proceso de integración europea, afectando a la posición internacional del euro, que fue creado no solo para ser un instrumento de integración política con el fin de impulsar una esperada prosperidad económica, sino también como una herramienta para la proyección de la Unión Europea a nivel internacional como potencia hegemónica. Si una moneda nacional se internacionaliza, la relevancia internacional del país emisor aumenta (Eichengreen, Exorbitant Privilege, 2010) por lo que muchas monedas lo intentan, pero, como en la teoría de la evolución de Darwin, el criterio que lo determina es la “supervivencia de la más apta.”

La expectativa era que el euro se convirtiera en una moneda internacional que alcanzara el uso y la aceptación necesaria para competir con el dólar americano como moneda de reserva internacional. La fortaleza inicial del euro en el momento de su creación lo convirtió en candidato a moneda de reserva internacional con expectativa de competir con al dólar americano por la hegemonía monetaria que este disfrutaba desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el euro todavía no ha llegado a ser considerado un refugio seguro por los inversores en busca de estabilidad en momentos de crisis, a pesar de que el principal mandato del Banco Central Europeo (BCE) es la estabilidad de precios para que los activos denominados en euros mantengan su valor.

Desde 1999. el euro continúa manteniéndose en una distante segunda posición en el sistema monetario internacional (ECB, June 2020) como moneda de reserva (IMF, Currency Composition of Official Foreign Exchange 03/2020), lo que junto con una estabilización en la demanda extranjera de efectivo en euros desde el 2015 sugiere una ralentización en el proceso de internalización. Así, el dominio del euro sigue confinado principalmente a un número limitado de economías con vínculos geográficos e institucionales con la Unión Europea.

El peligro está en que el sistema monetario internacional esta evolucionando de un sistema bipolar de bloques (dólar y euro) a un sistema a tres bandas, donde el euro puede ser desplazado a una tercera posición por la fortaleza del renmimbi y su influencia extraterritorial en los países y monedas BRICS (Tovar y Nor, 2018)

Así, es lógico preguntarse qué ha pasado estos años para que el marco alemán de la República Federal de Alemania, emitido por el poderoso Bundesbank, haya podido competir contra el dólar americano, y el euro, que nació de la suma de grades países europeos, todavía no haya conseguido el nivel de internalización esperado.

El marco alemán de la mano del Bundesbank facilitó la estabilidad económica, política y social necesaria para lograr el milagro de la posguerra, superar los shocks petroleros de los 70 y 80 y conseguir la reunificación en los 90. Alemania, junto con los Estados Unidos y Japón, ejerció influencia en la economía mundial y contribuyó a diseñar el sistema económico y monetario global, a pesar de tener una economía más pequeña y vulnerable.

El euro descansa sobre la fortaleza de la Unión Económica y Monetaria (UEM) en unos momentos de gran tensión contra la globalización y en pro de un nuevo regionalismo. En estos momentos de incertidumbre, sería bueno recordar que “no importa cuán lento vayas, siempre y cuando no te detengas” (Confucio) para que el proyecto pueda avanzar hacia una integración económica completa con una política monetaria, fiscal y comercial común que ayude a la fortaleza del euro y a la proyección internacional de la Unión Europea.

María Lorca-Susino es Profesora del departamento de Economía de la Universidad de Miami.

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